sábado, 28 de abril de 2018
Deconstrucción: Crónicas y reflexiones desde la Europa Oriental poscomunista
Ya se encuentra disponible Deconstrucción: Crónicas y reflexiones desde la Europa Oriental poscomunista, antología de artículos de Ignacio Hutin publicados en diversos medios entre 2016 y 2018.
El libro fue publicado por el Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL) y puede descargarse gratuitamente haciendo click aquí.
Se trata de 35 crónicas sobre 21 países distintos (incluyendo siete no reconocidos o parcialmente reconocidos), desde 33 ciudades, zonas de guerra, campañas electorales, encuentros nazis, visitas clandestinas, entrevistas, historias. Un aporte para entender cómo la transición tras el ¿final? de la Guerra Fría nunca terminó.
Serbia/Kosovo
1. La odisea tras las huellas del cementerio judío más olvidado de Europa
2. El hotel de Leskovac
3. Postales de la decadente Kragujevac, antigua gloria industrial de la ex Yugoslavia
4. Las protestas y un político antisistema quiebran el clima en Serbia
5. Mitrovica, la ciudad de Kosovo que recrea el Muro de Berlín
6. Trepca: la increíble disputa por la herencia de un club partido en dos por la guerra de Kosovo
7. Viaje al truculento lago de Perućac, donde los turistas nadan sobre los cadáveres
8. Las polémicas "Disneylandias" del nacionalismo serbio que Emir Kusturica creó en los Balcanes
Bosnia Herzegovina
9. Mostar, la ciudad que sobrevivió al infierno y muestra sus heridas al mundo
10. Medjugorje: santuario católico o trampa para turistas en los Balcanes
Albania
11. I love USA: el país europeo que exhibe en todos lados su devoción por Estados Unidos
Macedonia
12. Macedonia y su loca búsqueda de una identidad nacional, a horas de albergar la final Real Madrid - Manchester United
13. La mezquita donde ya nadie reza
Bulgaria
14. Viaje al OVNI de Buzludzha, el monumento comunista congelado en las montañas de Bulgaria
15. Bulgaria, el peón en el ajedrez de la Unión Europea
Polonia
16. La calurosa bienvenida de Polonia al amigo americano
17. Lech Wałęsa, en la mira: de la gloria de Gdansk a los abucheos de Varsovia
Alemania
18. Cómo se reciclan y envejecen los edificios nazis de Núremberg, la ciudad favorita de Adolf Hitler
19. La nueva cara del racismo y la xenofobia en Alemania
Rusia
20. Visita a Kaliningrado, la insólita ciudad rusa que está a 600 kilómetros de Rusia
Lituania
21. Cumple 20 años la República de Užupis, un país delirante para todos menos para sus habitantes
Bielorrusia
22. Preso por turista: una oscura odisea en Bielorrusia, el último resabio soviético en Europa
23. Un extraño paseo por Vitebsk en busca de los esquivos rastros de la aldea de Marc Chagall
Ucrania/Donbass
24. Visita clandestina a la extraña mansión del ex presidente de Ucrania
25. El este de Ucrania: rutas militarizadas, monumentos amputados y ciudades que intentan revivir
26. La vida dada vuelta tras la fachada de tranquilidad en la naciente república separatista de Donetsk
27. La guerra de Ucrania: la vida bajo tierra de 16 personas en un antiguo bunker soviético
28. El último guerrero de la resistencia separatista en Ucrania
Más al este
29. Comienza la lucha con la Unión Europea por los países del Este
30. Turkmenistán, un reino plebeyo en medio de Asia
31. Transnistria, donde la Unión Soviética aún vive
32. Nagorno Karabaj, la guerra permanente
33. Abjasia, dos veces independiente
34. Osetia del Sur, el choque entre etnias
35. Nicaragua, Venezuela y Osetia del Sur
Se presentó Deconstrucción: Crónicas y reflexiones desde la Europa Oriental poscomunista
Con la participación de su autor, el periodista Ignacio Ezequiel Hutin, y los comentarios de la periodista Telma Luzzani y el filósofo Tomás Várnagy, CADAL presentó en su sede el libro «Deconstrucción: Crónicas y reflexiones desde la Europa Oriental poscomunista».
Guerras, masacres, dictaduras, violaciones sistemáticas, genocidios. Y al final, la transición. Europa Oriental ha atravesado todos los infiernos posibles y aún busca un paso que, como en la Divina Comedia, acerque a su gente al Paraíso. En el medio aparecen aquellos que miran al pasado con nostalgia, que recuerdan los viejos días como más sencillos o más cómodos, y otros que jamás darían media vuelta ni siquiera para hacer una reflexión, ni siquiera para aprender de los errores.
El libro contiene una serie de artículos que incluyen líneas de relativa atemporalidad, historias que podrían leerse en cualquier momento y lugar sin mayores inconvenientes. Pero también hay notas de rabiosa actualidad que ayudan a entender en dónde estamos parados y cómo llegamos aquí.
El periodista Ignacio Hutin presenta su libro "Deconstrucción. Crónica y reflexiones desde la Europa Oriental pos comunista".— Motor Económico (@motoreco_ok) 3 de abril de 2018
Mañana miércoles 4 a las 18.30 hs. pic.twitter.com/biFmFdWY2h
Comenzó la presentación del libro Deconstrucción: crónicas y reflexiones desde la Europa Oriental y poscomunista, de @iehutin con los comentarios de Telma Luzzani y Tomás Várnagy. pic.twitter.com/CjIKbKV88T— CADAL (@CADAL) 4 de abril de 2018
Nuevo #libro de @CADAL— Puente Democrático (@PuenteDemo) 4 de abril de 2018
DECONSTRUCCIÓN.
Crónicas y reflexiones desde la Europa Oriental poscomunista.
De Ignacio E. Hutin @iehutin https://t.co/oMz7Rojvd6#libros #comunismo #Europa pic.twitter.com/TfkCPagBlb
Lástima la contraluz! pic.twitter.com/vkiJfrvEhX— Agustina Ordoqui (@AgusOrdoqui) 5 de abril de 2018
jueves, 16 de febrero de 2017
Presentación en la Biblioteca Nacional Stevan Sremac de Nis, Serbia
Con la colaboración del Centro Latinoamericano de Nis y de la Embajada Argentina en Serbia, presentamos el libro Saturno en la Biblioteca Nacional Stevan Sremac.
Kroz priču o Argentini, njenoj istoriji i običajima, predstavljen je roman „Saturno“autora Ignasia Hutinija.#saturno pic.twitter.com/F59I31v8RC
— Centro Lat_Americano (@CentroSerbLat) 10 de junio de 2016
Promocija romana argentinskog pisca u niškoj Bibliotecihttps://t.co/PxpQYlfCz2 // #Južnevesti
— Niške Vesti (@nisvesti) 8 de junio de 2016
Argentinski roman "Saturno" ima promociju u Nišuhttps://t.co/rBRRuAzGT2 // #Niškevesti
— Niške Vesti (@nisvesti) 8 de junio de 2016
Saturno en medios serbios
Autor:J. C.Izvor:Južne vesti
U četvrtak 9. juna od 18 sati u Narodnoj biblioteci “Stevan Sremac” biće predstavljen roman “Saturno” argentinskog pisca i novinara Ignasia Hutinija.
Ovaj roman će na književnoj večeri biti predstavljen kroz priču o Argentini, njenoj istoriji i običajima.
Pored romana, biće prezentovani i Hutinijevi dokumentarci i audiovizuelna dela u oblasti fantastike.
Književno veče organizuje niška Biblioteka u saradnji sa ambasadom Argentine i Kulturnim centrom Latinske Amerike.
Autor:J. C.Izvor:Južne vesti
U četvrtak 9. juna od 18 sati u Narodnoj biblioteci “Stevan Sremac” biće predstavljen roman “Saturno” argentinskog pisca i novinara Ignasia Hutinija.
Ovaj roman će na književnoj večeri biti predstavljen kroz priču o Argentini, njenoj istoriji i običajima.
Pored romana, biće prezentovani i Hutinijevi dokumentarci i audiovizuelna dela u oblasti fantastike.
Književno veče organizuje niška Biblioteka u saradnji sa ambasadom Argentine i Kulturnim centrom Latinske Amerike.
Argentinski roman „Saturno“ ima promociju u Nišu
09:05
0
Autor : Maja Vodeničarski -
Niške Vesti
Narodna biblioteka „Stevan Sremac“ u saradnji sa ambasadom Argentine i Kulturnim centrom Latinske Amerike organizuje književno veče. Kroz priču o Argentini, njenoj istoriji i običajima, u četvrtak 9. juna u 18 sati u biblioteci će biti predstavljen roman „Saturno“, autora Ignasia Hutinija.
Rođen u zapadnom delu Buenos Ajresa u Argentini, novinar i pisac Hutini, radio je u raznim medijskim i novinarskim kućama gde je stvorio mnoge dokumentarce i audiovizuelna dela u oblasti fantastike, koje ćemo ovom prilikom i predstaviti.
09:05
0
Autor : Maja Vodeničarski -
Niške Vesti
Narodna biblioteka „Stevan Sremac“ u saradnji sa ambasadom Argentine i Kulturnim centrom Latinske Amerike organizuje književno veče. Kroz priču o Argentini, njenoj istoriji i običajima, u četvrtak 9. juna u 18 sati u biblioteci će biti predstavljen roman „Saturno“, autora Ignasia Hutinija.
Rođen u zapadnom delu Buenos Ajresa u Argentini, novinar i pisac Hutini, radio je u raznim medijskim i novinarskim kućama gde je stvorio mnoge dokumentarce i audiovizuelna dela u oblasti fantastike, koje ćemo ovom prilikom i predstaviti.
Представљање романа „Сатурно“ Игнасиа Хутинија
POSTED BY: ADMIN 8. JUNA 2016.
Народна библиотека „Стеван Сремац“ Ниш у сарадњи са амбасадом Аргентине и Културним центром Латинске Америке организује књижевно вече на коме ће бити представљен роман „Сатурно“, аутора Игнасиа Хутинија.
Роман „Сатурно“ биће представљен посетиоцима кроз причу о Аргентини, њеној историји и обичајима. Аутор романа, Игнасио Хутини рођен је у западном делу Буенос Ајреса у Аргентини.
Као новинар и писац, Хутини је радио у разним медијским и новинарским кућама где је створио многе документарне филмове и аудиовизуелна дела у области фантастике, која ће овом приликом такође бити представитљена.
Књижевно вече ће бити одржано у Библиотеци у четвртак, 9. јуна са почетком у 18.00 сати.
Роман „Сатурно“ биће представљен посетиоцима кроз причу о Аргентини, њеној историји и обичајима. Аутор романа, Игнасио Хутини рођен је у западном делу Буенос Ајреса у Аргентини.
Као новинар и писац, Хутини је радио у разним медијским и новинарским кућама где је створио многе документарне филмове и аудиовизуелна дела у области фантастике, која ће овом приликом такође бити представитљена.
Књижевно вече ће бити одржано у Библиотеци у четвртак, 9. јуна са почетком у 18.00 сати.
Ignacio Hutin: Viajes y aventuras de un escritor nómade
(Original en Castelar Digital)
El vecino de Castelar llevó su pluma desde el oeste del conurbano hasta el corazón de Serbia. Con una vida de desafíos que lo llevó a ver auroras boreales en Finlandia como a organizar recorridos turísticos en Albania, Hutin contó a Castelar Digital cómo encontrar un segundo hogar a miles de kilómetros de distancia de tu casa.
La ciudad de Nis poco se parece en sus calles y edificios a Castelar. Con un pasado que va desde lo romano a lo socialista pasando por períodos bajo otros nombres y dominios, no es tan distinta en su espíritu a nuestra ciudad. Al menos así lo explica el escritor Ignacio Hutin quien, por el momento, parece haber encontrado allí su lugar en el mundo.
El autor de Saturno, un libro distinto desde lo conceptual que propone leer una o varias historias fragmentadas en cuentos o en una novela, le contó a Castelar Digital cómo su obra lo llevó a otros países y hasta a explicar en idiomas lejanos dónde está Castelar, cómo llegar a Tarzán y qué es el Sarmiento.
Periodista de profesión, fotógrafo y amante de la Historia, su pulsión por escribir lo llevó a crear su primer libro y, casi sin querer, a que su obra fuese una carta de presentación en países tan distantes de su Castelar natal como Serbia, Albania o Finlandia
“Me gusta decir que empecé a escribir antes de empezar a escribir”, disparó con una sonrisa el vecino. “Siempre desde muy chico escribí. Recuerdo que aún antes de escribir, ya escribía. Para un día de la madre le quería regalar un cuento a mi mamá, pero como no sabía escribir se lo dictaba a mi hermana más grande”, completó Hutin.
La influencia de su padre, Raúl Hutin, quién también dedicó parte de su vida a la narración, y la libertad creativa adquirida en el colegio Crear y Ser lo motivaron para plasmar sus ideas en el papel: “De chico escribí y desde la adolescencia empecé a escribir mi libro. Yo ya había escrito cosas sueltas: cuentos, poemas. Pero de momento me encontré escribiendo algo más armado. Este libro en particular – Saturno – me gusta decir que es una novela fragmentada: se puede leer separada o al mismo tiempo se puede leer como un relato lineal, era una idea que me parecía súper original hasta que encontré a Cortázar. La novela tiene como capítulos que podían tomarse independiente pero hay un hilo conductor que los conecta. El libro se publicó en el 2009, el primer borrador lo terminé en el 2006, después se fue corrigiendo hasta el 2009. Pero los relatos más viejos eran del 2004, cuando yo tenía 14 años, por eso entiendo que lo empecé a escribir en la adolescencia”, reseñó.
“Es una novela fragmentada, se puede abordar de muchas maneras, tiene muchas interpretaciones. El principal motivo que une a toda la historia tiene que ver con los cambios, el principio de una etapa y el fin de otra etapa, con una mirada medio melancólica. Entonces estar en lo nuevo y mirar un poco para atrás, me gusta pensar que tiene que ver con eso. Lo empecé a escribir en la adolescencia, que es una etapa de cambios. Siempre está la referencia al tren, a veces medio metafórico, pero el tren también representa un viaje y cambios, recorrer del punto a al b. Tiene reflexiones introspectivas. Es algo que disfruto mucho, viajar y cambiar”, se explayó Ignacio.
Nómade
Amante de la historia y con su cámara de fotos en mano, Hutin estudió periodismo en una universidad de la Ciudad de Buenos Aires y completó allí su Licenciatura. Su título y capacidad lo llevaron a escribir en el periódico Anticipos, de Morón, o incluso a ser columnista en la FM En Tránsito. En sus últimos meses de carrera, completó sin mayores expectativas un formulario que hablaba de una beca de estudios en un país nórdico del que poco sabía. Con su firma sobre el papel comenzó su vida nómade. Meses después se encontró viviendo en una ciudad fría pero iluminada por la aurora boreal, dentro del Círculo Polar Artico y en el corazón de Finlandia: “en el 2012 yo estaba casi terminando mi carrera en Buenos Aires y por un contacto de la universidad con un colegio de Finlandia, me dieron una beca que cubría el alojamiento. Era lo único que necesitaba porque la educación en Finlandia es ciento por ciento gratis para todo el mundo. Lo lindo era que esta beca me permitía tomar cualquier curso de cualquier carrera de cualquier facultad. Podía hacer un poco de todos sin ningún límite. Estuvo muy bueno, porque a mí me interesa mucho la fotografía, entonces hice cursos de fotografía, pero también cursos de investigación académica, de introducción al Artico… yo no estaba en Helsinki sino 800 km más al norte, en el Artico, era algo que se podía hacer solo allí. Rovaniemi es una ciudad muy chica al norte, en Laponia, muy al norte, con una universidad muy grande. La mitad de la ciudad son estudiantes y la mitad de los estudiantes son extranjeros. Así tiene una comunidad internacional muy interesante. Más allá de vivir en el Ártico y ver renos y auroras boreales o vivir a 30 grados bajo cero. La idea de vivir con gente de cualquier lado era muy interesante. Yo era el único argentino en toda la ciudad, conocí brasileros, chilenos, pero argentino era el único”.
Su viaje comenzó muy al norte y siguió por otros rincones de Europa pero mirando lejos de los destinos turísticos más comunes: “tengo una medio obsesión histórico-política con los ex países comunistas y socialistas. La primera vez que vine a esta zona estaba obsesionado con la historia de Yugoslavia. Vine a Serbia y me gustó muchísimo, volví a principios de año, seguí viajando un poco más, Hungría, Macedonia, pero volví acá porque encontré un lindo lugar, muy linda gente. Serbia si bien puede tener muchos problemas políticos u económicos, como cualquier país, es un país muy cómodo, la gente es muy agradable, la comida es deliciosa, y los precios son muy bajos”.
“Serbia es un país sorprendentemente parecido a Argentina. Tiene una cultura muy latina, están muy cerca uno de los otros. Son amigables, se preocupan por los otros. Hacer un amigo en cinco minutos, como hacemos en argentina, en otros países no existe, países con más distancia, más frío como Alemania. Acá son muy pasionales, muy apasionados al deporte… el deporte es clave: básquet, futbol, tenis. Y como los argentinos: comen muchísima carne, toman mucho vino y aman la cerveza. Fue fácil sentirse como en casa”, señaló el vecino.
Castelar en Nis
Durante años y sin descanso recorrió ciudades, países, regiones y culturas. Trabajando y viviendo en cada lugar conoció espacios y pueblos que no figuran en las promociones turísticas. Aprendió la historia de cada lugar y hasta aprovechó esos conocimientos para trabajar durante las temporadas altas de vacaciones y viajantes. Empero, en Nis logró presentar sus obras y hacer conocer su patria chica. “Llegué a Nis y me comuniqué con el Centro Latinoamericano de esta ciudad que enseña idioma y organiza actividades con las embajadas de Latinoamérica. Llamé y me ofrecí, si podía ayudar en algo, si podía ir a las clases y dar una mano. No como trabajo sino para compartir la experiencia. Y me ofrecieron ellos la posibilidad de hacer una presentación en la Biblioteca Nacional Stevan Sremac. Tuve el apoyo de la embajada argentina en Belgrado, nos mandaron para repartir folletos de Argentina, una banderita, nos ayudaron con el envío de algunos libros. Tuve una traductora durante la presentación y estamos trabajando con ella la posibilidad de traducirlo y editar Saturno acá en Serbia. Me pidieron que no hable sólo del libro, porque el libro está en español, no está en serbio y la mayoría no habla español, no lo habían leído, querían aprovechar la oportunidad para presentar un poco de Argentina. Entonces presenté un video que mostraba Buenos Aires y Castelar. Lo hice con videos de Youtube, cortando de acá y de allá, pero usé mucho el video de Castelar Digital por su décimo aniversario. Fue una introducción, hablé de Argentina, de la cultura, del tango, les quedó la historia del tango y la historia de Castelar. Leímos uno de los cuentos junto con la traductora” explicó el escritor y continuó, “del video de Castelar Digital me vino muy bien porque no hay videos de Castelar. Conté mucho sobre el Sarmiento, porque el libro habla mucho del tren. Conté de Tarzán, porque es mi lugar preferido en el mundo. Y conté lo que es mi relación de vivir en el Conurbano, en las afueras de la ciudad y viajar todos los días al centro. En el Gran Buenos Aires vive más gente que todo Serbia. A ellos Belgrado, que tiene un millón de habitantes, les resulta desesperantemente grande y cuando les cuento que el conurbano tiene 13 millones se sorprenden”.
De la mano de Saturno, Ignacio se transformó en un embajador de la cultura argentina y de la historia de Castelar. Conociendo también la idiosincrasia serbia pudo entonces comparar y destacar diferencias y similitudes de las dos maneras de ver el mundo: “Tienen una fascinación con el tango. Tienen una milonga, un grupo de tango, Nis no es una ciudad ni demasiado importante ni demasiado grande, pero el tango prendió mucho. En Belgrado tienen bares de tango. Fui a una ciudad muy chiquita en la montaña y tenían en un bar fotos de Maradona y gente bailando tango. Los serbios realmente tienen muy buena imagen con Argentina, creo que tiene que ver con que tenemos culturas parecidas, aunque que no saben mucho de Argentina más que el fútbol. Pero el fútbol les encanta. Y el otro lado es la política, Argentina siempre apoyó a Serbia en su reclamo por Kosovo, y Serbia se lo reconoce. Una diferencia que me llamó la atención es que los serbios tienen una obsesión con las apuestas, tienen dos casas de apuestas por cuadra. De fútbol saben todo, conocen al equipo más chico, el jugador menos conocido y es porque los conocen por las apuestas, se obsesionan por las apuestas. También por todos lados hay panaderías, acá donde estoy, a 50 metros a la redonda tengo 6 panaderías y dos están abiertas las 24 horas. Hay una bebida que se llama ‘raquia’, entre 40 y 50º de alcohol, es muy común; la toman a la mañana, con la comida y como digestivo. Nosotros no tenemos una cultura así, es más común el vino y la cerveza, pero no algo fuerte para desayunar”, destacó Ignacio Hutin
Viajar y escribir
viernes, 24 de agosto de 2012
Saturno, en Es Lo Que Hay. Fm Fribuay 90.7.
Diferentes formas de comprender un hecho
En diálogo con Ignacio Hutin, joven periodista y escritor, charlamos sobre sus inicios en la literatura. Nos explicó su obra más importante, Saturno, una novela fragmentada, cuentos encadenados uno al otro con una impronta oscura que se continúa a lo largo de todo el relato. Además, nos explicó el por qué del título y cómo cada uno puede interpretarlo como lo considere, sin que el autor lo haya siquiera pensado ni previsto y haciendo alusión a la “libre interpretación” que caracteriza a Es Lo Que Hay. Por último, leyo uno de los cuentos que componen Saturno.
En el sitio, dos audios del programa
LINK
En diálogo con Ignacio Hutin, joven periodista y escritor, charlamos sobre sus inicios en la literatura. Nos explicó su obra más importante, Saturno, una novela fragmentada, cuentos encadenados uno al otro con una impronta oscura que se continúa a lo largo de todo el relato. Además, nos explicó el por qué del título y cómo cada uno puede interpretarlo como lo considere, sin que el autor lo haya siquiera pensado ni previsto y haciendo alusión a la “libre interpretación” que caracteriza a Es Lo Que Hay. Por último, leyo uno de los cuentos que componen Saturno.
En el sitio, dos audios del programa
LINK
sábado, 26 de septiembre de 2009
Presentación de Saturno en Morón
En el marco del "Café literario" que organiza mensualmente la municipalidad de Morón, el sábado 17 de octubre (¿viva Perón?) presento mi novela Saturno en la Biblioteca Municipal Domingo Faustino Sarmiento (Brown 763, Morón).
Igual que la última vez, vamos a tener sorpresas, invitados y cosas varias además de la presentación estelar del busto de Sarmiento recibiendo en la puerta a los invitados con canapés de apio y roquefort.
La biblioteca queda a 4 (¡cuatro!) cuadras de la estación y hay muchos colectivos que te acercan como por ejemplo: 1, 166, 136, 269, 441, 97, 236, 242, 338, 462 y 634.
miércoles, 1 de julio de 2009
Saturno en venta por Internet
A partir de esta semana Saturno se puede adquirir por Internet desde este link:
http://www.andremateron.com.ar/borrame/index.php?osCsid=wicyxgoxcd

Que conste en actas: YO NO PUSE EL PRECIO!
http://www.andremateron.com.ar/borrame/index.php?osCsid=wicyxgoxcd
Que conste en actas: YO NO PUSE EL PRECIO!
domingo, 21 de junio de 2009
Once
desde la vía hasta la cintura
mirando por la ventanilla de un tonto
vagón plaza y limosna
escoltado por miradas lunas
silencios quebrados hasta el molinete
bocina temblor y alas
por el anden gente piernasorejas
sapos y cabras malditos bajo los durmientes
sal ceniza y cigarrillo
cruza la barrera infectada
emana cerveza caliente largas esperas
centinela botella y fe
desde el riel hasta la mirilla
virgen buen viajera pegada a la pared
estampitas vendedores y mendigo
de Once a Moreno
nunca tuve un boleto capicúa
mirando por la ventanilla de un tonto
vagón plaza y limosna
escoltado por miradas lunas
silencios quebrados hasta el molinete
bocina temblor y alas
por el anden gente piernasorejas
sapos y cabras malditos bajo los durmientes
sal ceniza y cigarrillo
cruza la barrera infectada
emana cerveza caliente largas esperas
centinela botella y fe
desde el riel hasta la mirilla
virgen buen viajera pegada a la pared
estampitas vendedores y mendigo
de Once a Moreno
nunca tuve un boleto capicúa
Presentación de Saturno
viernes, 19 de junio de 2009
Oboro
“En una noche de primavera,
de luna turbia o empañada,
redonda”
de luna turbia o empañada,
redonda”
Entregó a la luz una nueva hija artista para que la misma luz la posea. Se disolvió en el aire y masticó las páginas de otro enchufe. Quise entender por qué lo hacía pero jamás comprendí su inconsciencia ¿No ves que me es imposible comprender (te)?
Me dejé caer junto a tu oreja y susurré en tu boca tus primeras palabras. No soporté la simple idea de arrojar cada veneno en el semblante oscuro de tus represalias. Y ahí estás vos: gritando respuestas, preguntando por tus estatuas, allí, en el medio de instintos pretendidos por lagunas de hierro. Un susurro no se distingue de la música mas leve, pero tampoco lo haría tu risa de las canciones que se agotan. Tal vez ya no me recuerdes entre los rayos de luz imperfecta, superflua, mentirosa. Quizás aparezcan mis sensaciones intercalándose en tus cristales, quizás duermas para descubrirte atravesada por millones de relámpagos heridos.
No sólo interceptás las noches, también te tragás las estrellas y devorás las histerias. Una noche de luna turbia, ajetreada, te desviás de tus sueños y te alejás de los míos, mordiendo los grasientos océanos que nos distancian ¿No ves que las raíces ya están tan muertas?
Empañados cielos vislumbran cada movimiento que intentamos ocultar. Nos vigilan o al menos eso intentan. Asoman sus recuerdos en la última oscuridad del otoño, duermen sólo para despertar sus dudas. Amo esa luna, tan pura, que vino a protegerme, que ilumina los claros de mi bosque y rompe mecanismos austeros, engañados de sí mismos. Vamos a dormir, a ocultarnos ¿No ves que quieren deshacernos?
Tan redonda aparece en el cielo, tan liviana. Estoy casi seguro que con un salto podría alcanzarla, bajarla y agradecerle por sus intentos. Y ahí estás vos, tan despierta entre la niebla, mirando la misma luna, ocultándote de los mismos cielos, desesperando las mismas lagunas de hierro, ahogando las mismas montañas. Nieva entre los sentidos y las nubes estallan en forma un poco más ingenua que ayer. El paisaje ya no es tan diverso, pero la luna se asoma sin inmutarse por nuestras leyendas. Nunca aguantás tus bailes allí, entre la neblina nocturna, entre las nubes ingenuas y la tierra inclinada. Se deshielan las hojas fundiéndose con el aroma del fruto nocturno. Viento de estampidas, de ramas y tallos anticipados ¿No ves que no puedo ocultarme de estas alimañas?
Tal vez necesite de tus muecas una vez más, tal vez necesite tus confusiones y distracciones mientras descansás, tal vez sólo deambule otra vez por los senderos que recorrían los antiguos dueños de tu infamia. Permaneceré expectante mientras te alejás entre susurros nocturnos, entre montañas, entre bosques. Comienza a llover sobre el duro suelo congelado, contra los cristales, agujereando las piedras, rompiendo los árboles, quebrando las miradas. Llueve. Esta vez nada detiene tu escape. En mundos adversos y paisajes desiertos, corrés alejándote de estados imperceptibles. Y yo sólo te vigilo. Podría correr en tu ayuda arriesgando mis mañanas y mis vientos, la luna protegería mis ventanas una vez más, pero yo no podría intentarlo. Y no lo hago ¿No ves que mi silencio permanece dormido mientras planeás tus metas?
Te detenés en la escalera al purgatorio. Mirás al cielo redescubriendo la lluvia, redescubriendo los vientos. Ya no podré ocultarte de mis deseos, arriesgaré tu carne con el fin de proteger lo que queda de mi precaria luna. En silencio duermen las estrellas durante el día, se agrietan los cometas mientras un asteroide intenta cruzar el fondo del mar. Sin embargo por las noches el fondo del mar les pertenece, una nube reposa bajo la laguna de hierro, un ave danza en la superficie de los charcos. Las arañas se bañarán por la mañana desnudándose bajo las débiles gotas de esta noche. Ya no llorarás por la mañana. Quizás sea yo quien apueste con la luna tus circunstancias. El tiempo lo destruirá todo, podría jurarlo, incluso a nosotros: a vos, a mí y a la luna. Mientras tanto es responsabilidad nuestra corresponder nuestros vuelos ¿No ves que ya no puedo alejarme más de este lugar?
Las montañas nos aprisionan y vos no podés dejar de maravillarte con la luna, la luna no puede dejar de maravillarse con vos, no podré dejar de hacerlo. Reflejo mis necedades en los charcos de lluvia y me avergüenzo de mis cicatrices, de mis insignias. Mucho antes, él se abalanzó descuartizándote, destruyendo tus imágenes, quemando cada mes que avanzaba sobre tus espejos. Pero ahora no hay más meses, es ahora y nunca más, porque también hoy se ha convertido en pasado. Ya no quedará alternativa si es que quiero que la luna no se apropie de tus sentidos, de todas formas he perdido la apuesta y vos ya estabas en la puerta del purgatorio ¿No ves que mis noches no tienen consigna aparente?
No se asombrarán de lo que cuento si puedo explicarlo, he perdido la apuesta: debo ser yo el que te dé la mano al bajar por la escalera. Es por esto que ahora soy yo el que sale en tu búsqueda, soy yo el que se abalanza sobre los demás meses, soy yo el que se arroja sobre vos. Allí ha dejado de llover y acá todavía no llueve. Miro una vez más a la luna, te obligo a mirarla. Antes de cumplir mi castigo, juro que te vi sonreír.
viernes, 12 de junio de 2009
Saturno en la Primera Feria del Libro de Hurlingham
Saturno se ofrecerá en la Primera Feria del Libro de Hurlingham, del 11 al 14 de junio en el Centro Cultural Leopoldo Marechal (Av. Vergara 2396 - Villa Tesei) de 10 a 20 hs.
André Materon Ediciones junto con Alfa Distribuidora estarán presentes en el stand 30.
Más info en la página del Municipio de Hurlingham.


André Materon Ediciones junto con Alfa Distribuidora estarán presentes en el stand 30.
Más info en la página del Municipio de Hurlingham.


domingo, 7 de junio de 2009
Prólogo
¿Por qué Saturno? ¿Qué significa?
Los mitos y las leyendas se han difundido a lo largo de los siglos únicamente mediante la tradición oral de los pueblos que los originaron. Teniendo en cuenta esto es lógico entender que las narraciones más antiguas, ésas que jamás se escribieron en ningún libro, llegaran a nuestros días presentadas en múltiples formatos y con numerosas variantes. Para cada historia hay infinitas posibilidades, tantas como oídos que escuchen y bocas que cuenten.
La primera definición del Saturno al que remite el título del libro, proviene de una de las decenas de versiones de la historia de este dios. Sí, me veo obligado a admitir que escogí mi versión favorita, así que los que prefieran una distinta están autorizados a insultarme. Pero cortésmente y en voz bajita.
Según la mitología romana, Saturno era el líder de los titanes, una raza de poderosos dioses que precedieron a las famosas deidades olímpicas de la cultura helenística. Luego de casarse con su hermana Rea y ser coronado como rey de los dioses, sus propios padres, Gea y Urano, poseedores del conocimiento del porvenir, profetizaron que Saturno estaba destinado a ser derrocado por uno de sus hijos. Es por esto que Juno, Neptuno, Plutón, Ceres y Vesta, sus primeros cinco descendientes, fueron devorados sin piedad por su progenitor. Rea, temiendo por la vida de su próximo hijo, se escondió en la isla de Creta donde dio a luz a Júpiter. Luego engañó a Saturno dándole una piedra envuelta en pañales que éste tragó enseguida sin desconfiar. Júpiter, recién nacido, fue criado en una cueva por una cabra que lo alimentó con su propia leche. Cuando creció, volvió hambriento de venganza y abrió el estomago de su padre liberando a sus hermanos y, con la ayuda de éstos, derrotó a Saturno, lo encerró en el Tártaro y tomó su lugar en el Olimpo como rey de los dioses.
Saturno pasaría a la historia de los mitos como la divinidad del tiempo y la muerte, de la vejez y la melancolía, de lo seco, divinidad propia de la guerra, el hambre y las catástrofes.
Entendiendo al mito como metáfora, Saturno será aquel que devore las ansias de otro ser no necesariamente inferior antes de que éstas puedan gestarse. El Saturno se convierte en el poseedor de los deseos de un individuo ahora vacío y las ambiciones no podrán ser devueltas hasta que el retador pueda vencerlo solo, encerrándolo y arrebatándole las necesidades previamente hurtadas.
Sin embargo, esta lucha no es tan importante como la propia búsqueda por alcanzar la fuerza necesaria para el enfrentamiento. Y es esta misma búsqueda la que intentaré narrar y explicar a lo largo del libro.
Es que Saturno no es simplemente un conjunto de escrituras arrojadas al azar sobre algunas páginas. Es, más bien, un relato en su conjunto, casi una novela contada en cuarenta y un capítulos que se desarrolla de una forma algo azarosa y bastante casual, aunque ineludiblemente homogénea. Si bien nunca existió la intención de crear una historia lineal que abarque la obra en su conjunto, era inevitable que surgiera este resultado. El libro posee una trama que se desenvuelve por momentos en forma sumamente superficial y en otras ocasiones oculta entre líneas.
Saturno es también el nombre que se le da en la mitología romana a Cronos, dios griego del tiempo (así como Júpiter es Zeus, Venus es Afrodita o Neptuno es Poseidón). El tiempo es tirano, titán, cruel, y su paso afecta nuestras vidas hasta puntos poco comprensibles: el tiempo lo destruye todo pero también lo crea. Este libro es una gran exposición de una época de cambios, transformaciones y, sobre todo, crecimiento. Una muestra del paso del tiempo en un lapso atestado de turbulencias. La temática, el tipo de escritura y los sentidos de las palabras se van transformando a lo largo de las páginas como prueba de los efectos de este tirano.
Una tercera acepción del título nos lleva al segundo planeta más grande de nuestro sistema solar. Saturno es, estéticamente, uno de los más bellos planetas conocidos debido al conjunto de anillos que lo rodean. Su inmensa gravedad (el segundo mayor poder de gravedad de los planetas del sistema solar luego de Júpiter. Nuevamente Zeus vence a Cronos) atrae rocas, hielo y gases que unidos forman estos aros. Un planeta tan poderoso no es bello por sí mismo sino que lo es solamente gracias a los millones de objetos distintos entre sí que lo rodean. El sistema tiene aberturas, espacios de vacío que separan un anillo de otro: debilidades dentro de la propia hermosura y distanciamiento entre los cuerpos que lo envuelven.
Saturno es un mundo de sentidos que lo sitian creando saturaciones de colores, choques y hielo. Una violencia originada en los propios anillos, en sus propias cercanías y a causa de su propia gravedad. Los casos en los que la violencia no se debe al propio poder de Saturno son relativamente pocos. Es un mundo rodeado de deseos de venganza, ambiciones de destruir al ser más poderoso quien, con su gravedad, atrapa a los distintos objetos que están a su alrededor, bloqueando la necesidad de éstos de recorrer con libertad la galaxia. Saturno está ligado a una violencia natural, a crímenes y locuras causados por sus propias características.
Por último, debe aclararse que este libro está inspirado en hechos ocurridos desde finales del año 2004 hasta mediados del año 2006 y fue escrito a lo largo de ese mismo periodo, con lo cual la distancia temporal que podría afectar la reflexión del autor es despreciable. Aunque, por supuesto, otras cuestiones sí podrían afectarla.
Si una frase común dice que a las palabras se las lleva el viento, tan sólo alcanza con dejar escrita nuestra historia, de esta forma nunca nos olvidaremos de nosotros mismos, de lo que fuimos y lo que seremos. Eso es Saturno. Bienvenidos.
Los mitos y las leyendas se han difundido a lo largo de los siglos únicamente mediante la tradición oral de los pueblos que los originaron. Teniendo en cuenta esto es lógico entender que las narraciones más antiguas, ésas que jamás se escribieron en ningún libro, llegaran a nuestros días presentadas en múltiples formatos y con numerosas variantes. Para cada historia hay infinitas posibilidades, tantas como oídos que escuchen y bocas que cuenten.
La primera definición del Saturno al que remite el título del libro, proviene de una de las decenas de versiones de la historia de este dios. Sí, me veo obligado a admitir que escogí mi versión favorita, así que los que prefieran una distinta están autorizados a insultarme. Pero cortésmente y en voz bajita.
Según la mitología romana, Saturno era el líder de los titanes, una raza de poderosos dioses que precedieron a las famosas deidades olímpicas de la cultura helenística. Luego de casarse con su hermana Rea y ser coronado como rey de los dioses, sus propios padres, Gea y Urano, poseedores del conocimiento del porvenir, profetizaron que Saturno estaba destinado a ser derrocado por uno de sus hijos. Es por esto que Juno, Neptuno, Plutón, Ceres y Vesta, sus primeros cinco descendientes, fueron devorados sin piedad por su progenitor. Rea, temiendo por la vida de su próximo hijo, se escondió en la isla de Creta donde dio a luz a Júpiter. Luego engañó a Saturno dándole una piedra envuelta en pañales que éste tragó enseguida sin desconfiar. Júpiter, recién nacido, fue criado en una cueva por una cabra que lo alimentó con su propia leche. Cuando creció, volvió hambriento de venganza y abrió el estomago de su padre liberando a sus hermanos y, con la ayuda de éstos, derrotó a Saturno, lo encerró en el Tártaro y tomó su lugar en el Olimpo como rey de los dioses.
Saturno pasaría a la historia de los mitos como la divinidad del tiempo y la muerte, de la vejez y la melancolía, de lo seco, divinidad propia de la guerra, el hambre y las catástrofes.
Entendiendo al mito como metáfora, Saturno será aquel que devore las ansias de otro ser no necesariamente inferior antes de que éstas puedan gestarse. El Saturno se convierte en el poseedor de los deseos de un individuo ahora vacío y las ambiciones no podrán ser devueltas hasta que el retador pueda vencerlo solo, encerrándolo y arrebatándole las necesidades previamente hurtadas.
Sin embargo, esta lucha no es tan importante como la propia búsqueda por alcanzar la fuerza necesaria para el enfrentamiento. Y es esta misma búsqueda la que intentaré narrar y explicar a lo largo del libro.
Es que Saturno no es simplemente un conjunto de escrituras arrojadas al azar sobre algunas páginas. Es, más bien, un relato en su conjunto, casi una novela contada en cuarenta y un capítulos que se desarrolla de una forma algo azarosa y bastante casual, aunque ineludiblemente homogénea. Si bien nunca existió la intención de crear una historia lineal que abarque la obra en su conjunto, era inevitable que surgiera este resultado. El libro posee una trama que se desenvuelve por momentos en forma sumamente superficial y en otras ocasiones oculta entre líneas.
Saturno es también el nombre que se le da en la mitología romana a Cronos, dios griego del tiempo (así como Júpiter es Zeus, Venus es Afrodita o Neptuno es Poseidón). El tiempo es tirano, titán, cruel, y su paso afecta nuestras vidas hasta puntos poco comprensibles: el tiempo lo destruye todo pero también lo crea. Este libro es una gran exposición de una época de cambios, transformaciones y, sobre todo, crecimiento. Una muestra del paso del tiempo en un lapso atestado de turbulencias. La temática, el tipo de escritura y los sentidos de las palabras se van transformando a lo largo de las páginas como prueba de los efectos de este tirano.
Una tercera acepción del título nos lleva al segundo planeta más grande de nuestro sistema solar. Saturno es, estéticamente, uno de los más bellos planetas conocidos debido al conjunto de anillos que lo rodean. Su inmensa gravedad (el segundo mayor poder de gravedad de los planetas del sistema solar luego de Júpiter. Nuevamente Zeus vence a Cronos) atrae rocas, hielo y gases que unidos forman estos aros. Un planeta tan poderoso no es bello por sí mismo sino que lo es solamente gracias a los millones de objetos distintos entre sí que lo rodean. El sistema tiene aberturas, espacios de vacío que separan un anillo de otro: debilidades dentro de la propia hermosura y distanciamiento entre los cuerpos que lo envuelven.
Saturno es un mundo de sentidos que lo sitian creando saturaciones de colores, choques y hielo. Una violencia originada en los propios anillos, en sus propias cercanías y a causa de su propia gravedad. Los casos en los que la violencia no se debe al propio poder de Saturno son relativamente pocos. Es un mundo rodeado de deseos de venganza, ambiciones de destruir al ser más poderoso quien, con su gravedad, atrapa a los distintos objetos que están a su alrededor, bloqueando la necesidad de éstos de recorrer con libertad la galaxia. Saturno está ligado a una violencia natural, a crímenes y locuras causados por sus propias características.
Por último, debe aclararse que este libro está inspirado en hechos ocurridos desde finales del año 2004 hasta mediados del año 2006 y fue escrito a lo largo de ese mismo periodo, con lo cual la distancia temporal que podría afectar la reflexión del autor es despreciable. Aunque, por supuesto, otras cuestiones sí podrían afectarla.
Si una frase común dice que a las palabras se las lleva el viento, tan sólo alcanza con dejar escrita nuestra historia, de esta forma nunca nos olvidaremos de nosotros mismos, de lo que fuimos y lo que seremos. Eso es Saturno. Bienvenidos.
Por Susana Szwarc
Un nuevo Saturno nos ofrece Ignacio Hutin en esta novela que no es una novela, nos dice el autor –ya narrador- en el prólogo y que yo, como lectora, digo sí, es una novela: un Saturno de época, de siglo XXI en algún lugar del mundo (que coincide con Buenos Aires y el suburbano), donde los dioses se marginan o son marginados, y los sonidos pesan más que las frases.
Sin embargo, sí nos tocan las palabras, lo que se dice en cada capítulo nombrado y recorremos esta historia (o varias historias) donde lo policial y lo poético se enlazan, se entrecruzan.
Mientras el narrador se pregunta por la realidad (múltiple) nos da el poder de observadores pero el tiempo nos pasa. “Nuevos vuelos (viajes)/eternos/ atravesando viejas nubes” dice el autor al presentar el capítulo tres.
La escritura acompaña lo narrado y la puntuación nos hace entrar en el suspenso. Seguimos leyendo junto a los personajes de Saturno que, como dioses que bailan, “saben camuflarse en paisajes de adoquines bajo la mirada de millones de ciudadanos incapaces de advertir su presencia”.
Por Susana Szwarc
Autora de El artista del sueño y otros cuentos (Tres tiempos, 1981); En lo separado (Poesía, Último Reino, 1988); Trenzas (Novela, Legasa, 1991); Bailen las estepas (Poesía, De la Flor, 1999); Bárbara dice: (Poesía, Alción editora, 2004), El azar cruje (cuentos, 2006), entre otros.
Sin embargo, sí nos tocan las palabras, lo que se dice en cada capítulo nombrado y recorremos esta historia (o varias historias) donde lo policial y lo poético se enlazan, se entrecruzan.
Mientras el narrador se pregunta por la realidad (múltiple) nos da el poder de observadores pero el tiempo nos pasa. “Nuevos vuelos (viajes)/eternos/ atravesando viejas nubes” dice el autor al presentar el capítulo tres.
La escritura acompaña lo narrado y la puntuación nos hace entrar en el suspenso. Seguimos leyendo junto a los personajes de Saturno que, como dioses que bailan, “saben camuflarse en paisajes de adoquines bajo la mirada de millones de ciudadanos incapaces de advertir su presencia”.
Por Susana Szwarc
Autora de El artista del sueño y otros cuentos (Tres tiempos, 1981); En lo separado (Poesía, Último Reino, 1988); Trenzas (Novela, Legasa, 1991); Bailen las estepas (Poesía, De la Flor, 1999); Bárbara dice: (Poesía, Alción editora, 2004), El azar cruje (cuentos, 2006), entre otros.
Ruidos
Porque lo anterior fue sólo un espejismo y la vida se estrella contra una estrella estancada en la pared, el agua se amontona contra las mesas vacías y los pupitres de un aula abandonada. El olor sin duda espantoso que dejan los años de autismo.
Las ratas aún nadan iluminadas apenas (guiadas apenas) por la pequeña farolera que esparce sus magias por el abandono. Charcos putrefactos y destinos inciertos, el aula despojada de la honradez y la sapiencia colectiva. Inconscientes, irresponsables, ingenuos, inútiles…inundados.
De fondo, en algún lado, se escucha un tango que nadie oye (o no se quiere oír). Gritos arrabaleros, teatros y actores enmascarados. Y por ahí se esconden los simulacros de suicidios y las tentaciones de una puta. Seducen los venenos por las noches celestiales. Y los astrónomos aún buscan sus estrellas. Se acercan.
Elixires estimulan los engaños tempranos, los besos furtivos y los polvorines voladores. Cañones, muerte y un poco más de tabaco condimentan, dan sabor, a las calles y a los ruidos que nos saturan.
Los gritos de un camionero que no llega a pasar sin antes irse, la bocina apresurada que anuncia el día (modernos gallos). Gente, pasos, corridas y los nuevos olores que llegan con el calor. Las mañanas de verano agotan a cualquiera. Sudores se mezclan con los licores más andrajosos y los sueños más pordioseros. Ranas limosneras se ahogan en los charcos albañales empapados de óxidos y sales. Y la ciudad se mueve, avanza, retrocede, desaparece. Vive, respira. A veces muere, a veces sangra, a veces medita, a veces putea y a veces sólo descansa.
Los vientos que traen quién sabe qué aires de qué lugares tan lejanos. El mapa se llena de vientos y aguas, no de tierras. Y la ciudad se llena de ruidos, no de personas. Los colores no abundan porque abundan los vientos, y éstos se los llevan a rincones aún más lejanos. Ciudad rara: sin colores ni olores. Tal vez viajes, tal vez novedades, tal vez luces. Gente agria la citadina. Mundo raro el cosmopolita. Imágenes raras las glamorosas ¿Qué imagen más glamorosa de nuestra cosmopolita ciudad que la de una rana limosnera ahogándose en un charco albañal de venenos? Y todas las imágenes se van con el viento ¿Por qué no ésta?
Hace mil años que te estabas yendo, hace mil años que te estabas estrellando contra las estrellas ¿No te acordás? Están bastante lejos esos siglos en los que dormíamos sobre nuestro nicho de incertidumbres, nuestro nido de respaldos. Hoy los gritos mueren antes de nacer, y la magia se evapora antes de suceder. El aire ya no es un vacío distante y los gases ya no son desconocidos ¿Pero qué precio pagamos? Tan sólo mirá nuestra ciudad, mirá nuestros glamorosos paisajes de gallos modernos y elixires furtivos ¡Cotillón! ¡Artificio! ¡Fiebre! Ebrios de mentiras viven los habitantes callejeros. Humo que empalaga y que el viento no puede dispersar. Esas drogas consumen al conjunto colectivo. Apagan las arenas que ardían y extinguen impetuosidades.
Las aulas se amontonan subidas a un colectivo, agarradas de donde pueden, colgadas de esos sueños sudorosos de sábanas suaves y blancas, tan lejos del colectivo, tan lejos del conjunto, tan lejos de ellos. Tiñen las paredes las filosofías de gallos y atropellos, el colectivo pasa veloz, saluda al camionero, le guiña el ojo a la puta y hace subir otro pasajero que ni siquiera se digna a pagar; baja en la segunda o tercera parada.
Las sirenas del mar cautivan navegantes con sus cantos y seducen camiones rojos, blancos o azules. Y cantan subidas a ellos. Algunas viven en los techos de los camiones, otras sólo durante el día, porque por la noche, cuando nadie las vigila, regresan al mar y vuelven a cantar desde allí, al menos hasta la mañana siguiente. Algunos, engatusados por sus mágicas estrofas, suicidan sus carnes sólo para verlas de cerca (“¡Yo las vi! ¡Yo vi a las sirenas!”, dicen). Alucinados por sus cantos se arrojan sin pensarlo, encandilados por los recuerdos agujerean sus ansias sin resignación alguna. Felices, pues han visto una sirena. Otros apenas tienen la oportunidad de escuchar su canto. Sé de algunas ranas que las han visto, pero son pocas las aulas que tienen el honor (y placer) de contemplarlas. Hay casos en los que los gallos modernos ni siquiera se percatan de la presencia de estos mágicos seres ¡Vergüenza! O lástima debería darme…pobres aquellos que jamás verán las sirenas ni escucharan sus cantos ni se maravillaran con sus hermosos y anónimos lamentos.
Los autos se alejan. Y los olores fluyen nuevamente hacia el río, los turistas contemplan desalmados las estereotípicas simplezas de la ciudad, se ahogan por el humo yamencionado y escupen insultos a las pestes a las que se someten por visitar estos pagos.
Memorias vacías inyectadas en brazos débiles mediante jeringas de hierro crean olvidos, fabrican austeridades y ausencias, erigen abandonos, construyen destrucción. El viento no depende de nosotros, la memoria quizás tampoco. Los insectos ya no recorren incansables los muros de los recuerdos, tampoco caminan por los senderos de dudas ni por los pasillos sin voces.
Aún oigo los sonidos que provienen de mi ventana, aún siento los olores que se escabullen por las rendijas de la puerta. Ni ese disco de Bach podría aislarme de estas realidades, de estas batallas diarias, de estos hedores nauseabundos, de este asco y estas vergüenzas que acarreamos los ciudadanos.
Se escuchan aún los ruidos de esta argentina maquina de escribir que todavía murmura entre los silencios la vida que se le va apagando con los milenios, y las eternidades que lentamente se agotan para mí. Yo también puedo competir con los demás, los que me rodean: el camionero, la puta, la estrella contra la pared y las flores más artificiales que encontré en mi camino (y que alguna vez lo iluminaron), los gallos, las aulas, las ranas, las sirenas, los alcoholes, los elixires…los infinitos personajes que habitan Buenos Aires. Ni mi completa ceguera podría alejarme de este escenario porteño en el que cada día los actores ponen en juego las obras a interpretarse ¿Y el guión? No lo sé. Si existe no está escrito en braille, no podría leerlo.
Las ratas aún nadan iluminadas apenas (guiadas apenas) por la pequeña farolera que esparce sus magias por el abandono. Charcos putrefactos y destinos inciertos, el aula despojada de la honradez y la sapiencia colectiva. Inconscientes, irresponsables, ingenuos, inútiles…inundados.
De fondo, en algún lado, se escucha un tango que nadie oye (o no se quiere oír). Gritos arrabaleros, teatros y actores enmascarados. Y por ahí se esconden los simulacros de suicidios y las tentaciones de una puta. Seducen los venenos por las noches celestiales. Y los astrónomos aún buscan sus estrellas. Se acercan.
Elixires estimulan los engaños tempranos, los besos furtivos y los polvorines voladores. Cañones, muerte y un poco más de tabaco condimentan, dan sabor, a las calles y a los ruidos que nos saturan.
Los gritos de un camionero que no llega a pasar sin antes irse, la bocina apresurada que anuncia el día (modernos gallos). Gente, pasos, corridas y los nuevos olores que llegan con el calor. Las mañanas de verano agotan a cualquiera. Sudores se mezclan con los licores más andrajosos y los sueños más pordioseros. Ranas limosneras se ahogan en los charcos albañales empapados de óxidos y sales. Y la ciudad se mueve, avanza, retrocede, desaparece. Vive, respira. A veces muere, a veces sangra, a veces medita, a veces putea y a veces sólo descansa.
Los vientos que traen quién sabe qué aires de qué lugares tan lejanos. El mapa se llena de vientos y aguas, no de tierras. Y la ciudad se llena de ruidos, no de personas. Los colores no abundan porque abundan los vientos, y éstos se los llevan a rincones aún más lejanos. Ciudad rara: sin colores ni olores. Tal vez viajes, tal vez novedades, tal vez luces. Gente agria la citadina. Mundo raro el cosmopolita. Imágenes raras las glamorosas ¿Qué imagen más glamorosa de nuestra cosmopolita ciudad que la de una rana limosnera ahogándose en un charco albañal de venenos? Y todas las imágenes se van con el viento ¿Por qué no ésta?
Hace mil años que te estabas yendo, hace mil años que te estabas estrellando contra las estrellas ¿No te acordás? Están bastante lejos esos siglos en los que dormíamos sobre nuestro nicho de incertidumbres, nuestro nido de respaldos. Hoy los gritos mueren antes de nacer, y la magia se evapora antes de suceder. El aire ya no es un vacío distante y los gases ya no son desconocidos ¿Pero qué precio pagamos? Tan sólo mirá nuestra ciudad, mirá nuestros glamorosos paisajes de gallos modernos y elixires furtivos ¡Cotillón! ¡Artificio! ¡Fiebre! Ebrios de mentiras viven los habitantes callejeros. Humo que empalaga y que el viento no puede dispersar. Esas drogas consumen al conjunto colectivo. Apagan las arenas que ardían y extinguen impetuosidades.
Las aulas se amontonan subidas a un colectivo, agarradas de donde pueden, colgadas de esos sueños sudorosos de sábanas suaves y blancas, tan lejos del colectivo, tan lejos del conjunto, tan lejos de ellos. Tiñen las paredes las filosofías de gallos y atropellos, el colectivo pasa veloz, saluda al camionero, le guiña el ojo a la puta y hace subir otro pasajero que ni siquiera se digna a pagar; baja en la segunda o tercera parada.
Las sirenas del mar cautivan navegantes con sus cantos y seducen camiones rojos, blancos o azules. Y cantan subidas a ellos. Algunas viven en los techos de los camiones, otras sólo durante el día, porque por la noche, cuando nadie las vigila, regresan al mar y vuelven a cantar desde allí, al menos hasta la mañana siguiente. Algunos, engatusados por sus mágicas estrofas, suicidan sus carnes sólo para verlas de cerca (“¡Yo las vi! ¡Yo vi a las sirenas!”, dicen). Alucinados por sus cantos se arrojan sin pensarlo, encandilados por los recuerdos agujerean sus ansias sin resignación alguna. Felices, pues han visto una sirena. Otros apenas tienen la oportunidad de escuchar su canto. Sé de algunas ranas que las han visto, pero son pocas las aulas que tienen el honor (y placer) de contemplarlas. Hay casos en los que los gallos modernos ni siquiera se percatan de la presencia de estos mágicos seres ¡Vergüenza! O lástima debería darme…pobres aquellos que jamás verán las sirenas ni escucharan sus cantos ni se maravillaran con sus hermosos y anónimos lamentos.
Los autos se alejan. Y los olores fluyen nuevamente hacia el río, los turistas contemplan desalmados las estereotípicas simplezas de la ciudad, se ahogan por el humo yamencionado y escupen insultos a las pestes a las que se someten por visitar estos pagos.
Memorias vacías inyectadas en brazos débiles mediante jeringas de hierro crean olvidos, fabrican austeridades y ausencias, erigen abandonos, construyen destrucción. El viento no depende de nosotros, la memoria quizás tampoco. Los insectos ya no recorren incansables los muros de los recuerdos, tampoco caminan por los senderos de dudas ni por los pasillos sin voces.
Aún oigo los sonidos que provienen de mi ventana, aún siento los olores que se escabullen por las rendijas de la puerta. Ni ese disco de Bach podría aislarme de estas realidades, de estas batallas diarias, de estos hedores nauseabundos, de este asco y estas vergüenzas que acarreamos los ciudadanos.
Se escuchan aún los ruidos de esta argentina maquina de escribir que todavía murmura entre los silencios la vida que se le va apagando con los milenios, y las eternidades que lentamente se agotan para mí. Yo también puedo competir con los demás, los que me rodean: el camionero, la puta, la estrella contra la pared y las flores más artificiales que encontré en mi camino (y que alguna vez lo iluminaron), los gallos, las aulas, las ranas, las sirenas, los alcoholes, los elixires…los infinitos personajes que habitan Buenos Aires. Ni mi completa ceguera podría alejarme de este escenario porteño en el que cada día los actores ponen en juego las obras a interpretarse ¿Y el guión? No lo sé. Si existe no está escrito en braille, no podría leerlo.
Cruces
A ver, déjeme hacer memoria…creo que hacía siete años…sí, hacía siete años que trabajaba acá. No es un lugar demasiado lindo para estar, y menos aún para trabajar. Pero uno se acostumbra a todo ¿Vio? O a casi todo. Nunca me acostumbré del todo a mi sueño, siempre encontraba algo nuevo en él, algún detalle mágico que me mantenía intrigado durante varias semanas. Al principio resultaba hermoso escaparse de la realidad al menos por unas horas. Resultaba fantástico disfrutar el placer que la realidad nos negaba. Pero luego comencé a preocuparme.
No hacía mucho tiempo que tenía el mismo sueño. O quizás sí. No sé si mucho tiempo, sólo el suficiente. A decir verdad hacía demasiado tiempo que tenía el mismo sueño.
Mis incursiones en aquel mundo se hacían más y más frecuentes. Por momentos se me ocurría la loca idea de que yo estaba maldecido por algún demonio. Al menos eso hubiera creído a los ocho o nueve años cuando iba a aquella escuela en la que aprendíamos a amar a Jesús y a creer en los Santos. Pero el tiempo (y mi madurez) me había enseñado que no todo es como nos enseña la Biblia. Lo que sí es completamente cierto es que Jesús, hijo del Señor, es nuestro Salvador. Esas cosas no se olvidan. Ni se discuten.
Más tarde comprendería la verdadera importancia de mi sueño. No era un castigo, era un regalo del cielo. Había sido bendecido por el señor, Él me había mostrado el camino ¡Y yo había creído que era una maldición! ¿Cómo podía ser tan inconsciente? ¡El Señor trataba de recompensarme por mis buenas acciones y yo creía que era un castigo!
Por suerte comprendí mi error y acudí a misa con la idea de pedirle perdón a mi Señor y que mi Señor me perdonase. Sentí que el sólo hecho de acudir a misa y rezar no alcanzaba. Decidí ir a confesarme al otro día.
Sentado en el oscuro cubículo de madera, por momentos me arrepentí de haber entrado. Mi sueño era demasiado importante como para hablarlo con el padre. Sin embargo él escuchó mis inquietudes. No obtuve respuestas. Sus palabras fueron “no temas, hijo, Dios te guiará”. No me servía de nada todo esto. El padre no comprendía mi situación. Claro, ¿cómo podría comprenderme si yo era superior a él? Y mi sueño era prueba de esto.
Decidí que mi trabajo ya no era suficiente para una persona con mi importancia. Estaba destinado a ser cura, y más tarde Papa. Pero para cumplir con mi destino debía renunciar a mi trabajo, aquel que tantas satisfacciones me había dado.
Nunca había involucrado mis creencias (ni mis propias opiniones, obviamente) con mi trabajo. De todas formas siempre llevaba mi rosario y a nadie parecía molestarle.
Como ya dije, yo enseñaba religión en aquel hospital, pero nunca me dejaron involucrar mis propias creencias. Siempre me decían qué debía decir y cómo debía decirlo. Pero uno se acostumbra a todo, ¿vio?
Hacía siete años que enseñaba los designios del Señor a los pacientes. Fue entonces que comencé a soñar.
Debían ser las ocho cuando alguien apagó las luces de mi habitación. Hacía varios años que dormía solo, al igual que ahora. Por alguna razón que nunca llegué a comprender me dormí enseguida. Y el sueño comenzó enseguida.
A veces sucede que recordamos sueños enteros, como si fueran largas películas con una trama bien definida y diálogos perfectos. Otras, recordamos sólo pequeñas partes y nos pasamos todo el día tratando de unirlas y encontrarle significado a la unión. Hay veces, también, que recordamos varios sueños. Yo, generalmente, sueño sólo uno, o al menos recuerdo sólo uno. Nunca me preocuparon demasiado, ni me importaron, pero esta vez hubo algo, esta vez realmente creí en el sueño, realmente creí estar dentro del sueño. Esta vez era real. Esta vez yo había sido iluminado y el Señor me había mostrado el camino. Claro que entender todo esto me tomó varios años. Cinco años, para ser exactos, en realidad un poco menos.
El padre no me había dado una respuesta, mis compañeros de trabajo no podían saberlo, mis alumnos no lo considerarían relevante. Podría simplemente resignarme, darle la espalda al Señor y a mi sueño. Al fin y al cabo nada podría hacerse, el padre jamás abandonaría su lugar, jamás creería en mi sueño, jamás creería en mí.
Decidí olvidar todo. Mi Señor quizás enfureció, no lo sé, pero era algo indispensable, no había otra opción. Si no se castigaba al padre, si se me castigaba a mí, yo abandonaría todo. Y lo hice. Fueron tres largos meses sin enseñanza, sin aprendizaje, sin misas, sin iglesias, sin cruces, sin Jesucristos, sin Dioses.
De todas formas no abandoné el hospital, algo me lo impidió, como si aquel fuera mi lugar y no pudiera alejarme.
Un día mi espera terminó. Después de cinco años todo mi sacrificio fue recompensado. Por fin mi sueño se hizo realidad, por fin mi Señor cumplió, cinco años después de prometer. Lo que mi Señor promete, mi señor cumple. Mi Señor es justo.
Un día como cualquier otro lo vi. Acababa de recorrer aquel largo pasillo, caminaba distraídamente mirando los cuadros que honraban a mi Señor Jesucristo. Llegué al final del pasillo y doblé en el siguiente. Allí lo vi. Los brazos extendidos hacia los costados, una herida en cada mano, muchos y pequeños cortes en la frente, los pies descalzos muy juntos, uno encima del otro. Le sangraban los pies. Tenía la mirada perdida y gritaba algo que nunca llegué a comprender. El pelo largo y revuelto le tapaba gran parte de la cara. “¡Dejá de gritar!”, el hombre que guiaba la silla de ruedas se estaba irritando. Sin pensarlo dos veces corrí a abrazar a mi Señor. Rápidamente tres enfermeros me detuvieron, creo que escuché a uno decir “chaleco ¡rápido!” y a otro reclamando suero. Desperté horas mas tarde.
Ese día dormiría en el manicomio un nuevo paciente.
No hacía mucho tiempo que tenía el mismo sueño. O quizás sí. No sé si mucho tiempo, sólo el suficiente. A decir verdad hacía demasiado tiempo que tenía el mismo sueño.
Mis incursiones en aquel mundo se hacían más y más frecuentes. Por momentos se me ocurría la loca idea de que yo estaba maldecido por algún demonio. Al menos eso hubiera creído a los ocho o nueve años cuando iba a aquella escuela en la que aprendíamos a amar a Jesús y a creer en los Santos. Pero el tiempo (y mi madurez) me había enseñado que no todo es como nos enseña la Biblia. Lo que sí es completamente cierto es que Jesús, hijo del Señor, es nuestro Salvador. Esas cosas no se olvidan. Ni se discuten.
Más tarde comprendería la verdadera importancia de mi sueño. No era un castigo, era un regalo del cielo. Había sido bendecido por el señor, Él me había mostrado el camino ¡Y yo había creído que era una maldición! ¿Cómo podía ser tan inconsciente? ¡El Señor trataba de recompensarme por mis buenas acciones y yo creía que era un castigo!
Por suerte comprendí mi error y acudí a misa con la idea de pedirle perdón a mi Señor y que mi Señor me perdonase. Sentí que el sólo hecho de acudir a misa y rezar no alcanzaba. Decidí ir a confesarme al otro día.
Sentado en el oscuro cubículo de madera, por momentos me arrepentí de haber entrado. Mi sueño era demasiado importante como para hablarlo con el padre. Sin embargo él escuchó mis inquietudes. No obtuve respuestas. Sus palabras fueron “no temas, hijo, Dios te guiará”. No me servía de nada todo esto. El padre no comprendía mi situación. Claro, ¿cómo podría comprenderme si yo era superior a él? Y mi sueño era prueba de esto.
Decidí que mi trabajo ya no era suficiente para una persona con mi importancia. Estaba destinado a ser cura, y más tarde Papa. Pero para cumplir con mi destino debía renunciar a mi trabajo, aquel que tantas satisfacciones me había dado.
Nunca había involucrado mis creencias (ni mis propias opiniones, obviamente) con mi trabajo. De todas formas siempre llevaba mi rosario y a nadie parecía molestarle.
Como ya dije, yo enseñaba religión en aquel hospital, pero nunca me dejaron involucrar mis propias creencias. Siempre me decían qué debía decir y cómo debía decirlo. Pero uno se acostumbra a todo, ¿vio?
Hacía siete años que enseñaba los designios del Señor a los pacientes. Fue entonces que comencé a soñar.
Debían ser las ocho cuando alguien apagó las luces de mi habitación. Hacía varios años que dormía solo, al igual que ahora. Por alguna razón que nunca llegué a comprender me dormí enseguida. Y el sueño comenzó enseguida.
A veces sucede que recordamos sueños enteros, como si fueran largas películas con una trama bien definida y diálogos perfectos. Otras, recordamos sólo pequeñas partes y nos pasamos todo el día tratando de unirlas y encontrarle significado a la unión. Hay veces, también, que recordamos varios sueños. Yo, generalmente, sueño sólo uno, o al menos recuerdo sólo uno. Nunca me preocuparon demasiado, ni me importaron, pero esta vez hubo algo, esta vez realmente creí en el sueño, realmente creí estar dentro del sueño. Esta vez era real. Esta vez yo había sido iluminado y el Señor me había mostrado el camino. Claro que entender todo esto me tomó varios años. Cinco años, para ser exactos, en realidad un poco menos.
El padre no me había dado una respuesta, mis compañeros de trabajo no podían saberlo, mis alumnos no lo considerarían relevante. Podría simplemente resignarme, darle la espalda al Señor y a mi sueño. Al fin y al cabo nada podría hacerse, el padre jamás abandonaría su lugar, jamás creería en mi sueño, jamás creería en mí.
Decidí olvidar todo. Mi Señor quizás enfureció, no lo sé, pero era algo indispensable, no había otra opción. Si no se castigaba al padre, si se me castigaba a mí, yo abandonaría todo. Y lo hice. Fueron tres largos meses sin enseñanza, sin aprendizaje, sin misas, sin iglesias, sin cruces, sin Jesucristos, sin Dioses.
De todas formas no abandoné el hospital, algo me lo impidió, como si aquel fuera mi lugar y no pudiera alejarme.
Un día mi espera terminó. Después de cinco años todo mi sacrificio fue recompensado. Por fin mi sueño se hizo realidad, por fin mi Señor cumplió, cinco años después de prometer. Lo que mi Señor promete, mi señor cumple. Mi Señor es justo.
Un día como cualquier otro lo vi. Acababa de recorrer aquel largo pasillo, caminaba distraídamente mirando los cuadros que honraban a mi Señor Jesucristo. Llegué al final del pasillo y doblé en el siguiente. Allí lo vi. Los brazos extendidos hacia los costados, una herida en cada mano, muchos y pequeños cortes en la frente, los pies descalzos muy juntos, uno encima del otro. Le sangraban los pies. Tenía la mirada perdida y gritaba algo que nunca llegué a comprender. El pelo largo y revuelto le tapaba gran parte de la cara. “¡Dejá de gritar!”, el hombre que guiaba la silla de ruedas se estaba irritando. Sin pensarlo dos veces corrí a abrazar a mi Señor. Rápidamente tres enfermeros me detuvieron, creo que escuché a uno decir “chaleco ¡rápido!” y a otro reclamando suero. Desperté horas mas tarde.
Ese día dormiría en el manicomio un nuevo paciente.
La Mujer del Anden
Creo que no es la primera vez que subo al tren. Tampoco es la segunda, ni la tercera, ni la cuarta. Mucho menos es la vigésima vez que subo al tren. Ni siquiera podría estar seguro de cuándo, cómo y por qué fui a verte. Ahí estabas, en el mismo lugar de siempre, parada bajo sol y lluvia. Y esperabas. Esperabas a que cualquiera se dignara a asistir a tus cortejos, esperabas que cualquiera se rebajara a pagar el boleto del tren. La mirada perdida que se ocultaba en el humo de tu propio cigarrillo y el hedor que te agobiaba. Todo tan común.
Camino por el húmedo andén, te busco y sé que estás ahí. Siempre estás ahí. Al menos siempre que te busqué estuviste ahí, siempre que te necesité estuviste ahí. También es habitual que tus puertas estén siempre abiertas y hoy no podría ser la excepción.
Apenas me acerco notás mi presencia. Le das una larga pitada al mismo cigarrillo de siempre (que aún tiene las marcas de tus labios) y lo tirás al suelo sonriéndome. Traté de explicarte, de decirte o al menos recordarte que no había pagado el boleto aún. Seguís sonriendo. Pagás más tarde, decís. Sólo quiero respirar una vez más, aliviarme. Donde vos estás los cuerpos ya no cargan con sus culpas ¿Y? ¿Empezamos?, pregunto y contestás: esperá que llegue el tren. Me guiñás el ojo sin perder la sonrisa. No puedo evitar mirarte a los ojos, quizás sea el primero en hacerlo, quizás otros también creyeron ser los primeros. Tampoco puedo evitar devolverte la sonrisa, aunque ya no me estés mirando.
Ahí llega el tren, pero no puedo verlo. El mismo Dios me castigaría sólo por intentarlo, deshonraría mi carne y mis pasados. Te sigo vigilando, no quiero que escapes. El tren se detiene delante de nosotros completamente vacío. “Esta noche viajamos solos” decís, “y creeme que va a ser un muy buen viaje”. Sonreís y subís al tren. Tomás mi mano y, sin pensar en mi Dios ni en mi carne ni en mis pasados, te sigo.
El viaje sin duda es increíble, y hacerlo con tu compañía lo hace aún más increíble. Los colores y aromas que se vislumbran por las ventanillas no dejan de asombrarme. Y es tanto mi asombro que nuevamente dudo si no es acaso la primera vez que subo al tren.
Te veo maravillosa, te siento maravillosa. Ya te había visto así, pero creo que estás más linda que la última vez.
Sólo quiero sentirte una vez más y ver tus ojos chorreados y descubrir tus infinitos pecados escondidos en tus labios, envueltos en carnes blancas. Empapame de tus demasías, inúndame sólo como vos sabes hacerlo. Sabés llevar a cualquiera (dispuesto a pagar cualquier precio) al más maravilloso viaje. Pagaré el boleto, lo juro, tan sólo llevame más lejos de lo que cualquier mortal haya llegado, llevame donde ninguna mente humana llegue, llevame al punto preciso el cual ni los dioses alcanzan. Sólo vos sabés hacerlo.
Hoy podría admitirlo, creo que hubiese llegado a amarte si te hubiese visto cuando miré. Pero mis instintos aún prohíben estrictamente cualquier atracción, las seducciones no conducen a puerto seguro. Y tus aguas ya comienzan a ahogarme. Tus tormentas aportan magia al viaje pero el masoquismo llega a su límite. Tu luz se filtra por los rincones más oscuros, me enceguece, me bloquea, me muerde. Y tu canibalismo dejará marcas en mi cuello que durarán los próximos días.
Comenzás a atemorizarme, ya no me liberás como solías hacerlo, tampoco me besás como solías hacerlo. Ahora tus dientes se hunden en mis carnes y ya no entiendo tus moralidades. Por fin comprendo a mi Dios y a mis pasados. Por fin logro no comprenderte: me desesperás. Me desesperan tus sueños, tus legados, tus mares, tus ríos, tus lagunas, tus inacabables brechas, tus aberturas. Me desespera. Me desespera eternamente la sola idea de no encontrar el punto donde se esconde el vacío. Y sabés que mataría por un puñado de tus cenizas. Y sabés que el humo se extingue si se choca contra las nubes. Y sabés que los viajes terminan ahogados en lluvias. Me desespera tu enfermedad y me enfermás hasta el punto de la incomprensión. Vos y tus diagonales me enferman. Vos y tus continuos flujos de nadas me enferman. Vos y tus estúpidas siluetas furtivas me enferman. Vos y los espejos en los que reflejás tu vacío me enferman.
Sacate las mascaras, si sólo te sirven bajo las lluvias que anuncian el final de los viajes. Tus mascaras no te cubren de la enfermedad, ni de tus falsedades, ni de tus velos. Tus mascaras nunca te van a proteger ni siquiera de vos misma, tus mascaras no ocultarán jamás tu vergüenza, ni podrán liberarte, ni te permitirán respirar. Te ahogarás en tus propias mascaras, al igual que todos los que hemos sido ahogados por tus infinitos pecados escondidos en tus labios y envueltos en carnes blancas, te ahogarás.
Todavía me pregunto, ¿cómo llegaste tan lejos? ¿Cómo pudiste entrar y enterrarte tan profundo? Si acaso tan extraños son tus espejos, si tan muertas son tus diagonales. Te amo desde la primera vez que mire y no te vi. O te vi y no te observé. O, quizás, vi lo que quería ver y oculté tus instintos. Y si tu ideología pudiese albergar algo más que tu impotencia (ignorancia), quizás entonces podrías entenderme.
Tal vez sea tiempo de que abandones esa vieja figura que te has impuesto, culmines tu metamorfosis, cumplas tu destino y sirvas a tu amo y señor, a tu Dios.
Quizás me equivoque: es demasiado tarde y estoy agotado.
Me mirás perpleja, confusa, aún desnuda desde la cama. Te arrojo unos billetes sin siquiera contarlos y me alejo de quien ha sido mi acompañante en el viaje que he emprendido esta noche. Al salir de la nave (que ya ha atravesado tantos kilómetros) aún me seguís con la mirada. Puedo asegurarlo: soy el primero en abandonarte en pleno viaje, soy el primero en detener el tren (que sin darme cuenta se ha convertido en una habitación). Camino por el anden (que ahora es sólo el pasillo de un edificio deteriorado) hasta perderme en la laberíntica ciudad, lejos (tanto como me es posible) de la puta.
Camino por el húmedo andén, te busco y sé que estás ahí. Siempre estás ahí. Al menos siempre que te busqué estuviste ahí, siempre que te necesité estuviste ahí. También es habitual que tus puertas estén siempre abiertas y hoy no podría ser la excepción.
Apenas me acerco notás mi presencia. Le das una larga pitada al mismo cigarrillo de siempre (que aún tiene las marcas de tus labios) y lo tirás al suelo sonriéndome. Traté de explicarte, de decirte o al menos recordarte que no había pagado el boleto aún. Seguís sonriendo. Pagás más tarde, decís. Sólo quiero respirar una vez más, aliviarme. Donde vos estás los cuerpos ya no cargan con sus culpas ¿Y? ¿Empezamos?, pregunto y contestás: esperá que llegue el tren. Me guiñás el ojo sin perder la sonrisa. No puedo evitar mirarte a los ojos, quizás sea el primero en hacerlo, quizás otros también creyeron ser los primeros. Tampoco puedo evitar devolverte la sonrisa, aunque ya no me estés mirando.
Ahí llega el tren, pero no puedo verlo. El mismo Dios me castigaría sólo por intentarlo, deshonraría mi carne y mis pasados. Te sigo vigilando, no quiero que escapes. El tren se detiene delante de nosotros completamente vacío. “Esta noche viajamos solos” decís, “y creeme que va a ser un muy buen viaje”. Sonreís y subís al tren. Tomás mi mano y, sin pensar en mi Dios ni en mi carne ni en mis pasados, te sigo.
El viaje sin duda es increíble, y hacerlo con tu compañía lo hace aún más increíble. Los colores y aromas que se vislumbran por las ventanillas no dejan de asombrarme. Y es tanto mi asombro que nuevamente dudo si no es acaso la primera vez que subo al tren.
Te veo maravillosa, te siento maravillosa. Ya te había visto así, pero creo que estás más linda que la última vez.
Sólo quiero sentirte una vez más y ver tus ojos chorreados y descubrir tus infinitos pecados escondidos en tus labios, envueltos en carnes blancas. Empapame de tus demasías, inúndame sólo como vos sabes hacerlo. Sabés llevar a cualquiera (dispuesto a pagar cualquier precio) al más maravilloso viaje. Pagaré el boleto, lo juro, tan sólo llevame más lejos de lo que cualquier mortal haya llegado, llevame donde ninguna mente humana llegue, llevame al punto preciso el cual ni los dioses alcanzan. Sólo vos sabés hacerlo.
Hoy podría admitirlo, creo que hubiese llegado a amarte si te hubiese visto cuando miré. Pero mis instintos aún prohíben estrictamente cualquier atracción, las seducciones no conducen a puerto seguro. Y tus aguas ya comienzan a ahogarme. Tus tormentas aportan magia al viaje pero el masoquismo llega a su límite. Tu luz se filtra por los rincones más oscuros, me enceguece, me bloquea, me muerde. Y tu canibalismo dejará marcas en mi cuello que durarán los próximos días.
Comenzás a atemorizarme, ya no me liberás como solías hacerlo, tampoco me besás como solías hacerlo. Ahora tus dientes se hunden en mis carnes y ya no entiendo tus moralidades. Por fin comprendo a mi Dios y a mis pasados. Por fin logro no comprenderte: me desesperás. Me desesperan tus sueños, tus legados, tus mares, tus ríos, tus lagunas, tus inacabables brechas, tus aberturas. Me desespera. Me desespera eternamente la sola idea de no encontrar el punto donde se esconde el vacío. Y sabés que mataría por un puñado de tus cenizas. Y sabés que el humo se extingue si se choca contra las nubes. Y sabés que los viajes terminan ahogados en lluvias. Me desespera tu enfermedad y me enfermás hasta el punto de la incomprensión. Vos y tus diagonales me enferman. Vos y tus continuos flujos de nadas me enferman. Vos y tus estúpidas siluetas furtivas me enferman. Vos y los espejos en los que reflejás tu vacío me enferman.
Sacate las mascaras, si sólo te sirven bajo las lluvias que anuncian el final de los viajes. Tus mascaras no te cubren de la enfermedad, ni de tus falsedades, ni de tus velos. Tus mascaras nunca te van a proteger ni siquiera de vos misma, tus mascaras no ocultarán jamás tu vergüenza, ni podrán liberarte, ni te permitirán respirar. Te ahogarás en tus propias mascaras, al igual que todos los que hemos sido ahogados por tus infinitos pecados escondidos en tus labios y envueltos en carnes blancas, te ahogarás.
Todavía me pregunto, ¿cómo llegaste tan lejos? ¿Cómo pudiste entrar y enterrarte tan profundo? Si acaso tan extraños son tus espejos, si tan muertas son tus diagonales. Te amo desde la primera vez que mire y no te vi. O te vi y no te observé. O, quizás, vi lo que quería ver y oculté tus instintos. Y si tu ideología pudiese albergar algo más que tu impotencia (ignorancia), quizás entonces podrías entenderme.
Tal vez sea tiempo de que abandones esa vieja figura que te has impuesto, culmines tu metamorfosis, cumplas tu destino y sirvas a tu amo y señor, a tu Dios.
Quizás me equivoque: es demasiado tarde y estoy agotado.
Me mirás perpleja, confusa, aún desnuda desde la cama. Te arrojo unos billetes sin siquiera contarlos y me alejo de quien ha sido mi acompañante en el viaje que he emprendido esta noche. Al salir de la nave (que ya ha atravesado tantos kilómetros) aún me seguís con la mirada. Puedo asegurarlo: soy el primero en abandonarte en pleno viaje, soy el primero en detener el tren (que sin darme cuenta se ha convertido en una habitación). Camino por el anden (que ahora es sólo el pasillo de un edificio deteriorado) hasta perderme en la laberíntica ciudad, lejos (tanto como me es posible) de la puta.
Por la Ventanilla
Una de esas tardes de invierno, con las ventanillas de los vagones empañadas, la gente con sus gruesos abrigos y el chiflete frío que se mete por las partes rotas de las puertas y ventanas. Sin duda viajar en tren en Buenos Aires con menos de cinco grados no es nada divertido. En uno de los viejos asientos junto a la ventana había, aquel día de junio, una madre que para esa época debía tener treinta y cinco años y su hijo (vestido con el clásico y anacrónico guardapolvo porteño), unos doce. El niño (que podríamos llamar joven ya que nadie es un niño a los doce años) estaba sentado del lado de la ventanilla de la cual no quitaba la vista, tenía los brazos cruzados sobre el pecho, algo recostado: tiritaba de frío. En medio del invierno el joven abrió la ventanilla, dejó entrar algo del cortante viento, sacó la cabeza, miró un poco hacia ambos lados y luego volvió a cerrarla y a acomodarse en su asiento. Todos los pasajeros lo miraron con disgusto, algunos incluso lo insultaron en voz muy alta y otros gritaron a la madre que controlara más su hijo. El joven se quedó con la vista fija en el suelo mientras su madre le clavaba la mirada esperando una explicación.
¿Por qué hiciste eso? El joven la miró sorprendido como si la respuesta fuera tan obvia que no valía la pena preguntar.
Porque, contestó, si miro sólo a través de la ventanilla sería como ver imágenes sin sentido en un televisor. Abriéndola y sacando la cabeza me doy cuenta que eso que veo realmente existe.
La madre se quedó en silencio. Luego de unos minutos preguntó: ¿Por qué mirás por la ventanilla?
Nuevamente el joven la miró asombrado, sin embargo dijo con serenidad:
Siempre que caminamos vemos cómo el mundo gira, cambia y se transforma alrededor nuestro. Vemos cómo la gente se mueve, cómo el sol se traslada y se oculta al atardecer, cómo los árboles dejan caer sus semillas, cómo los animales viven de forma más armoniosa que nosotros. Todo gira alrededor nuestro. Y no me refiero al egocentrismo que caracteriza a la especie, a que creamos ser centro del universo y pensemos que absolutamente todo depende y se basa en el individuo humano. No. Me refiero a que la vida pasa por delante de nuestros ojos de manera tan monstruosa y brutal que no nos da tiempo de amoldarnos al ritmo cronológico ni a comprender lo que sucede a nuestro alrededor.
Miro por la ventanilla porque por primera vez soy yo el que gira alrededor del mundo, por primera vez veo al mundo desde afuera, como un espectador privilegiado y ajeno. Yo soy el que va en el tren, el que va a un ritmo cronológico mucho más rápido que el de la vida. Por primera vez la vida se tiene que adaptar a mi tiempo, a mi velocidad, y no a la inversa. Es increíble la idea de poseer un poder tan grande con el sólo hecho de observar. Hoy siento que yo soy la gente, el sol, los árboles y los animales, y giro alrededor de todo lo demás. Yo impongo mi tiempo y obligo a que cualquiera que no lo acepte quede fuera de mi rango visual y de mi ventanilla. La sensación de poderío es abrumadoramente sorprendente. Yo controlo el tiempo de las personas.
Y entonces cayó en la cuenta.
Yo controlo el tiempo de las personas, como la gente, el sol, los árboles y los animales me controlaban y limitaban a mí. Pero el control real no existe, y la realidad no es sólo una pelota que gira sobre el suelo y se detiene delante de quienes creen poder poseerla y controlarla. Nadie puede controlarla: ni el calendario y sus números, ni el reloj y sus agujas, ni el sol y su ritmo cronológico, ni yo y mi ventanilla. Y la vida, sí, la vida es un conjunto de realidades que se desplazan una detrás de otra, infinitamente, sin saber quién controla el ritmo del mundo, quién es el maquinista del tren y a qué velocidad van los vagones. Menos aún, sabe quiénes caminan del otro lado de la ventanilla. No es bueno ser un espectador de la vida desconociendo qué hay detrás del vidrio, como no es bueno mirar por la ventanilla sin abrirla, sin tirarse de cabeza al mundo.
En ese momento apartó la mirada de la ventanilla y se quedó profundamente dormido.
¿Por qué hiciste eso? El joven la miró sorprendido como si la respuesta fuera tan obvia que no valía la pena preguntar.
Porque, contestó, si miro sólo a través de la ventanilla sería como ver imágenes sin sentido en un televisor. Abriéndola y sacando la cabeza me doy cuenta que eso que veo realmente existe.
La madre se quedó en silencio. Luego de unos minutos preguntó: ¿Por qué mirás por la ventanilla?
Nuevamente el joven la miró asombrado, sin embargo dijo con serenidad:
Siempre que caminamos vemos cómo el mundo gira, cambia y se transforma alrededor nuestro. Vemos cómo la gente se mueve, cómo el sol se traslada y se oculta al atardecer, cómo los árboles dejan caer sus semillas, cómo los animales viven de forma más armoniosa que nosotros. Todo gira alrededor nuestro. Y no me refiero al egocentrismo que caracteriza a la especie, a que creamos ser centro del universo y pensemos que absolutamente todo depende y se basa en el individuo humano. No. Me refiero a que la vida pasa por delante de nuestros ojos de manera tan monstruosa y brutal que no nos da tiempo de amoldarnos al ritmo cronológico ni a comprender lo que sucede a nuestro alrededor.
Miro por la ventanilla porque por primera vez soy yo el que gira alrededor del mundo, por primera vez veo al mundo desde afuera, como un espectador privilegiado y ajeno. Yo soy el que va en el tren, el que va a un ritmo cronológico mucho más rápido que el de la vida. Por primera vez la vida se tiene que adaptar a mi tiempo, a mi velocidad, y no a la inversa. Es increíble la idea de poseer un poder tan grande con el sólo hecho de observar. Hoy siento que yo soy la gente, el sol, los árboles y los animales, y giro alrededor de todo lo demás. Yo impongo mi tiempo y obligo a que cualquiera que no lo acepte quede fuera de mi rango visual y de mi ventanilla. La sensación de poderío es abrumadoramente sorprendente. Yo controlo el tiempo de las personas.
Y entonces cayó en la cuenta.
Yo controlo el tiempo de las personas, como la gente, el sol, los árboles y los animales me controlaban y limitaban a mí. Pero el control real no existe, y la realidad no es sólo una pelota que gira sobre el suelo y se detiene delante de quienes creen poder poseerla y controlarla. Nadie puede controlarla: ni el calendario y sus números, ni el reloj y sus agujas, ni el sol y su ritmo cronológico, ni yo y mi ventanilla. Y la vida, sí, la vida es un conjunto de realidades que se desplazan una detrás de otra, infinitamente, sin saber quién controla el ritmo del mundo, quién es el maquinista del tren y a qué velocidad van los vagones. Menos aún, sabe quiénes caminan del otro lado de la ventanilla. No es bueno ser un espectador de la vida desconociendo qué hay detrás del vidrio, como no es bueno mirar por la ventanilla sin abrirla, sin tirarse de cabeza al mundo.
En ese momento apartó la mirada de la ventanilla y se quedó profundamente dormido.
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